La empresa nació en 2008 como un local familiar, a pocos kilómetros de Barcelona; en la actualidad cuentan con unas 30 franquicias en toda España
Tío Bigotes es un homenaje al tío gallego de Raúl González, el argentino que en 2007 llegó a Barcelona y que, un año después, abrió un local de venta de empanadas con la receta que aprendió con ese tío, que siempre soñó con regresar a su patria. La empresa creció: hoy fabrica 20.000 empanadas diarias, tiene 30 tiendas (la mayoría por franquicias) y una planta en la que invirtieron cerca de un millón de euros. Además, ahora sumó una cadena de hamburgueserías.
“La migración hizo crecer el negocio -cuenta González a LA NACION-. Fuimos uno de los pioneros y la marca enamoró. Tenemos productos de calidad, con cortes argentinos, y logramos expandirnos”. Ya firmaron para desembarcar en París y tienen interesados para abrir una planta en Estados Unidos.
En la planta que inauguraron hace unos meses a una media hora de Barcelona cuentan con carnicería propia, ya que compran las piezas enteras de carne y las procesan para las empanadas. Procesan unos 1.500 kilos entre la de vaca y la de pollo por semana. La fábrica del argentino es hoy la más grande de Europa. La Asociación de Franquicias de Cataluña premió a la empresa como la franquicia con más crecimiento desde el 2021.
Con el negocio consolidado, González decidió embarcarse en un proyecto de hamburgueserías. Abrió el primer local de Smash Burguer House en Poble Nou (Barcelona), al que se sumarán seis más. En el primer obrador de la fábrica de empanadas hacen el pan y también ellos producen las hamburguesas.
Manuel, el “tío bigotes” original, llegó a la Argentina desde su pueblo Lugo en los años ‘40 pensando en regresar. Nunca dejó de hacer sus empanadas gallegas, pero sumó las argentinas y se hizo un experto. Raúl González es su sobrino nieto y aprendió a cocinarlas con él. En Buenos Aires tuvo locales de venta, pero decidió emigrar después de un hecho de inseguridad.
En España se instaló en Cataluña y decidió empezar con lo que sabía hacer, empanadas. Al primer local lo abrió en Casteldefels, a 40 minutos de Barcelona. La familia hacía el relleno, la masa (no se conseguían tapas). “Seguíamos la receta que, de chico, aprendí con tío Bigotes; una receta que tiene 80 años”, dice.
Recuerda que advirtieron que el negocio “iba bien” cuando empezaron a quedarse “cortos de mercadería. Hacíamos y al rato no había nada. No queríamos motivar la venta porque la producción nunca alcanzaba. Todo era boca a boca y así fuimos creciendo”.
El éxito del esquema de franquicias reside, entienden, en que además de contar con un “producto de calidad” está resuelta la logística y el marketing. “Hay acompañamiento permanente y la recuperación de la inversión es rápida”, sostienen desde la empresa.
El empresario admite que la gastronomía argentina es reconocida y a eso se le suma el impulso que le dieron los futbolistas. Hace años, en Barcelona, Lionel Messi tuvo un impacto “fenomenal. Nada más masivo que el fútbol en el planeta y a él todos lo aman”.
González no pensó que crecería de la manera en que lo hizo. En una década, por consultas que recibía en su local, sumó los primeros siete que pusieron dos argentinos, un argelino (“que pide que hagamos empanadas con carne halal”) y cuatro españoles. A partir de 2019, la escalada tomó vigor y llegaron a toda España.
Al comienzo también hicieron pizzas, pero optaron por dejarlas, aunque siguen con alfajores de maicena, cuya producción está tercerizada, aunque con receta propia.