A veces el hombre se siente seguro y suficiente en todo lo que hace y comienza a ser imprudente; al punto que, de tanta arrogancia, de tanta confianza en sí mismo, comienza a ser descuidado.
Cree que todo lo puede manejar, sin saber que el menor descuido lo hará caer otra vez en aquello que lo aparta de lo que es bueno para su vida; la comunión con Dios…
El sabio en cambio, toma distancia y se aparta a tiempo, mira bien sus pasos, cuida por dónde camina, con quien se junta, qué cosas permite que influyan su vida y permanece en el consejo de Dios.
El prudente sabe que su corazón es engañoso y que sus pensamientos y sentimientos son traicioneros; conoce por experiencia que, en el momento oportuno, el mal se aprovechará de su descuido y arrasará sobre su debilidad.
No te creas lo suficientemente fuerte ni lo suficientemente sabio; sigue el consejo de Dios y apártate del mal; apártate de los que te llevan siempre por el mal camino.
“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno.” Salmos 139:23-24 RVR
Puedes orar así:
Querido Dios, perdona mi necedad y mi arrogancia.
Dame fuerzas para estar firme en tu palabra, en tu consejo y en tu verdad.
Ayúdame a apartarme de quienes me quieren apartar de tu camino y dame fuerzas en mi debilidad. En el nombre de Jesús, amén.