Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. Salmos 51:10 (NBL)
Estas fueron las palabras del Rey David… un Rey exitoso, próspero y amado por su pueblo.
Lo tenía todo, pero en su intimidad, él sabía cuál era su condición delante de Dios, por ello se humilla, se arrepiente y pide a Dios que sane su corazón, que lo limpie y que renueve en su interior ese espíritu íntegro que genera ese deseo profundo de agradar a Dios y acercarse a Él.
Diciéndole luego con toda certeza:
“Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios…”
Si no tenemos esta actitud de humildad y arrepentimiento delante del Todopoderoso nada cambiará en nuestra vida.
Cuando tu búsqueda más profunda se centre más en agradar a Dios que en tus propias necesidades, Él te sorprenderá y te colmará de bendiciones hasta que sobreabunde.
Puedes orar así:
Querido Dios, examina mi corazón y muéstrame aquello que debo dejar; aquello que no te agrada y dame las fuerzas y un corazón recto para apartarme de lo que no conviene y de quienes me llevan por caminos de maldad. En el nombre de Jesús, amén.
El Señor te bendiga, te prospere y te exalte al buscarlo de todo corazón.