En 1831 un Charles Darwin de 22 años se embarcó, pese a la oposición de su padre, en el bergantín HMS Beagle como recolector de materiales en una expedición que tenía por objetivo cartografiar América del Sur.
Durante la recorrida -que iba a durar dos años y terminó llevando cinco-, el naturalista tomó notas y dibujó, y se maravilló con los animales y plantas que vio tanto en el océano como en las costas, al punto tal que, a su regreso formuló su teoría sobre el origen de las especies y la evolución.
Casi dos siglos más tarde, un argentino de 24 años integra una expedición que rinde homenaje a Darwin y está recorriendo los mismos puertos que el inglés. Se trata de Nicolás Marín Benítez, quien se subió al barco con sus cámaras de fotos para documentar la trayectoria y un título para nada despreciable: fue elegido el Mejor Fotógrafo Ambiental de 2023.
La nave desde la que Marín comparte sus experiencias y sus imágenes en la cuenta de Instagram @nicomarinb no es un yate ultramoderno sino Oosterschelde, una goleta neerlandesa que tiene más de 100 años y , buscando que la travesía se parezca lo más posible al viaje de Darwin. La expedición se llama Darwin 200 y está a cargo del documentalista de la BBC Stewart McPherson. El objetivo es formar a 200 ecologistas, entre los cuales está el joven argentino, que además de fotógrafo es activista ambiental y explorador de National Geographic.
“Hace un tiempo me llegó la propuesta de National Geographic que estaba detrás de líderes conservacionistas para un programa que estaba dando la vuelta al mundo siguiendo los pasos de Charles Darwin, a fin de documentar las nuevas especies”, cuenta Nicolás desde las Islas Malvinas. Allí llego después de cinco meses de una travesía que comenzó en Plymouth, en Inglaterra, y ya pasó por Tenerife, Cabo Verde, Salvador de Bahía, Montevideo, Buenos Aires y Puerto Madryn. Después de Malvinas, buscarán el Pacífico para pasar por Chile, Pascua, Polinesia, Nueva Zelanda y Australia.
“Yo me encargo de la documentación fotográfica y audiovisual”, precisa el activista, quien no salió desde Inglaterra, sino que se sumó a la Oosterschelde en la isla Fernando de Noronha, en el norte de Brasil, donde conoció, participó y contó en sus redes los proyectos de conservación de tortugas, corales y tiburones.
En el Atlántico Sur, pone su mirada sobre las aves y las colonias de pingüinos de varias clases. En las islas argentinas que fueron escenario de una guerra con el Reino Unido, Marín se permite sumar a su preocupación por la ecología el recuerdo de lo que sucedió en 1982: “Navegué desde el continente a las islas y eso, como argentino, pesa doble. Así lo hicieron en ese momento los soldados, algunos más jóvenes que yo. Es muy fuerte”, y describe que en esa travesía la nave se cruzó con olas de más de siete metros de altura: “es como una montaña rusa porque la panza se te remueve toda, mientras el barco sube y baja”.
Sin embargo, Marín admite que las bellezas naturales compensan los inconvenientes del viaje: “Llegás a un lugar mágico. A islas o playas a las que llegan menos de 20 personas por año. En ellas documento las colonias de pingüinos”.
Luego expresa su respeto por “los exploradores de antes como Darwin y los actuales, como Jane Goodall y Sylvia Earle”, y cuenta que con las herramientas actuales, el activismo “puede llegar a más rincones del mundo y le da acceso a la información a gente que antes no la tenía”.