La imponente sierra de los Apeninos, en Italia, esconde sorpresas. Al menos, su alegoría escultórica, que impresiona a los visitantes por sus habitaciones ocultas y el agua subterránea que hace brotar de la mano de un gigante. Bautizada como Gigante Apeninos, fue erida por el artista Giambologna entre 1579 y 1580 en los jardines manieristas de la Villa de Pratolino, en la localidad toscana de Vaglia (Italia).
La obra alude a la escarpada cordillera italiana con un gigante que es mitad hombre y mitad montaña, de cuya mano izquierda fluye el agua -como si fuera un río que nace en la sierra- del acuífero que hay bajo la escultura. El coloso, de más de diez metros de altura, escondía además habitaciones secretas en la ‘espalda’ del gigante y detrás de su cabeza, una especie de cuevas originariamente decoradas con ricos frescos. También cuenta con un órgano de agua que mediante autómatas y trampas camufladas fascina -y moja- a los espectadores con chorros de agua repentinos.
De su brazo izquierdo fluye un arroyo subterráneo, como si él mismo diera vida a la naturaleza.
Se dice que su cabeza tenía una chimenea y que, cuando el fuego ardía, el humo emergía por su nariz, creando un efecto mágico y aterrador.
Más que una escultura, Apeninos es una fusión entre arte y naturaleza, un símbolo de la creatividad humana que sigue despertando asombro siglos después.